lunes, 13 de junio de 2011

Alegato juicio CCD Vesubio -sin los hechos- 9.-

Se informa sobre el estado de salud de Durán Saenz…

VAMOS A CONTINUAR CON LA RESPONSABILIDAD DEL IMPUTADO DIEGO SALVADOR CHEMES DE ACUERDO A LA ESTRUCTURA DEL ALEGATO QUE VENIMOS DESARROLLANDO
En su indagatoria el imputado Chemes prestó, cuando la prestó en este juicio pero lo hizo de un modo condicionado; él anticipó que no iba a aceptar preguntas de las partes.
En primer lugar negó haber tenido el apodo “Polaco” tanto como el apodo “Chavez”. Y agregó que en el secundario le decían Turco, por ser nieto de libaneses y de sirios. Y respecto de esta cuestión hizo algunas apreciaciones que luego las vamos a analizar.
Luego negó genéricamente haber cometido privaciones ilegales de la libertad y tormentos a personas y negó haber damnificado a las víctimas de este juicio, cuyos nombres y apellidos leyó uno por uno.
Prosiguió hablando de lo que el llamó su “trayectoria” dentro del Servicio Penitenciario Federal y se definió como un oficial bueno para la guardia interna. Por ello durante sus 25 años de carrera se desempeñó en el 90 % de las ocasiones en tareas en las que tenía que trabajar directamente con la población penal, dijo. Mencionó así la unidad 7 de Resistencia Chaco, en donde hizo sus primeros años como oficial de servicio y como inspector de turno, es decir como segundo después del jefe de turno. Explicó que ese cargo es el último oficial en la conducción del personal de guardias, llavines, celadores, guías.
Dijo que en 1976 “le tocó la suerte de ir un año… a la escuela penitenciaria como oficial instructor de la tropa.” Y que luego prosiguió sus tareas directamente con la población penal, habiendo pasado por las funciones más delicadas o ríspidas en la cárcel como ser jefe de requisa, y destacó su paso por la Unidad 1 de Caseros, donde se desempeñó dos años con ese cargo, y posteriormente ascendió como 2do jefe de la seguridad interna, cargo que desempeñó por un año más.
Prosiguió su indagatoria diciendo que estuvo un año como jefe de la seguridad externa y posteriormente volvió a quedar a cargo de la seguridad interna.
A esta altura de su declaración, Chemes hizo una reflexión dirigida al Tribunal a quienes se refirió como hombres de la justicia, quienes tenían que conocer, que un jefe de requisa y un jefe de seguridad de una prisión de máxima seguridad son blancos muy fáciles de las denuncias, dijo. Aquí voy a hacer una cita textual; dijo: “Es muy fácil caer en un apremio ilegal, en una privación ilegal de la libertad, en un abuso de autoridad… es muy fácil.”
Entonces relató que en la Unidad 1 pasó por tres motines, uno de ellos con toma de rehenes, y que en su carácter de jefe de seguridad interna condujo el operativo, tarea por la que fue destacado pues no existieron internos lesionados; dijo “La exigencia era [Cero internos muertos, Cero internos lesionados], y así fue.”
Chemes contó que pasó por tres motines más, y en todos ellos salió airoso y que su legajo habla por él. Y culminó su indagatoria diciendo que no tuvo una sola causa penal (por supuesto omitió este proceso), ni sanción disciplinaria por sus procedimientos o por sus excesos.
Cerró esa parte del acto diciendo que eso era lo que podía declarar por el momento, quedando a reserva de las directivas de su defensa.
En la audiencia, a partir de ese instante comenzó a responder algunas preguntas de la presidencia tendientes a corroborar sus distintos destinos de la carrera, como parte del interrogatorio de identificación; Chemes aclaró que su primer destino fue en la Unidad 7 de Chaco aproximadamente en los años 74 al 76, el segundo destino la Escuela Penitenciaria de la Nación adonde llegó aproximadamente en abril del 76, y posteriormente en Abril del 77 dijo que fue a la Dirección General de Cuerpo Penitenciario, y que esa dirección es la que manejaba los destinos del personal del servicio penitenciario. Cuando la presidencia le preguntó respecto de adónde estaba ubicado el lugar en el que concretamente prestaba funciones, dijo que fue destinado a prestar servicio a un regimiento de Infantería, pero la verdad que no pudo concluir con la reseña de sus destinos, cuando estaba por adentrarse precisamente, en su destino en el Regimiento de La Tablada, merced a la interrupción de su defensor que ocasionó una incidencia que en ese mismo momento fue resuelta.
Cuando enumeraba los destinos, dijo que a partir del año 80 hizo un curso para oficiales de fuerzas de seguridad e inteligencia en el Servicio de Inteligencia Naval, y luego siguió enumerando los cargos.
Atento a que en esa audiencia el tribunal entendió que existían contradicciones del imputado respecto a las condiciones de tiempo modo y lugar en que habrían ocurrido los hechos, entre la declaración estaba prestando o acababa de prestar y otras anteriores, resolvió incorporar y oralizar todas aquellas manifestaciones.
Por tales razones quedaron incorporadas las brindadas por Chemes en el Juzgado de Instrucción Militar nro. 29 el 1 de marzo del 84. Del mismo modo que las de Duran Saenz, serán analizadas luego. Asimismo cabe señalar que esa declaración fue ratificada por escrito, que, a su vez, fue ratificado por Chemes al ampliársele la indagatoria el 11 de septiembre de 2006. Todas fueron incorporadas en esa oportunidad.
En estas declaraciones, el imputado también negó los hechos que se le endilgan a partir del año 1976 y explicó que según consta en su legajo personal para esa fecha se encontraba revistando en la Escuela Penitenciaria y posteriormente fue destinado a la Dirección General del Cuerpo Penitenciario, lugares en los que aclaró, prestó servicios por órdenes superiores que no podía desobedecer. Concretamente manifestó que durante los meses de abril o mayo del 77 fue citado al Despacho del Subdirector Nacional, el Inspector Gral. Raymundo Doltz quien le comunicó personalmente que a partir de ese momento pasaba a depender de la Dirección General del Cuerpo Penitenciario en la División Inteligencia. Agregó que por ello se presentó en el Regimiento de Infantería 3 y allí lo recibió José Hirshfeldt quien le dio las directivas y le enseñó las instalaciones en la Central de Reunión de Informaciones (en realidad el imputado dijo Central de Revisión de Informaciones) donde desde el día siguiente comenzó a cumplir funciones con uniforme, grado e identificación visibles. Agregó que durante su desempeño en el Regimiento de Infantería 3 cumplió tareas como encargado de turno en el predio de la enfermería cumpliendo turnos de 24 horas por 48 horas de franco; que al llegar diariamente al lugar le entregaban un listado con el que debía manejarse y ante cualquier duda debía consultar por radio al personal que trabajaba en las oficinas internas. También dijo que a dicho sitio concurría permanentemente personal militar de uniforme y civil, distintas brigadas con personas detenidas (hombres y mujeres) trasladados con esposas a sus espaldas, quienes no se encontraban encapuchados. Su tarea consistía en chequear que el ingreso de estas personas estuviere autorizado en la planilla que le daban para ese efecto. Explicó que las cuestiones administrativas las canalizaba con el Alcaide Hirshfeldt (partes de enfermo, por ejemplo, las licencias y los permisos diversos) y que en el lugar contaban con un sector que cumplía las veces de comedor, sala de descanso, vestuario y era el único al que podían acceder.
Una vez más, Chemes dijo que en ese período no conocía la existencia del centro clandestino El Vesubio por lo que negaba haber cumplido tareas en ese lugar.
Por último hizo una serie de apreciaciones en relación con el apodo “Polaco” y a los reconocimientos producidos durante la instrucción de distintas personas que dijeron haberlo visto o haber sabido en el campo de concentración que era él uno de los guardias encargados de la custodia de los secuestrados. En particular se refirió a Elena Alfaro, Hugo Russo, Guillermo Lorusso, Faustino Fernández, Estrella Iglesias, Samuel Zaidman, Horacio Dascal, Marta Kanje, Rolando Zanzi Vigoreaux, Inés Vázquez, Susana Reyes, Silvia Saladino y Juan Antonio Frega y también a Néstor Cendon. Todo este aspecto de su descargo lo vamos a analizar puntualmente un poco más adelante.

VAMOS AHORA A REFUTAR ESTAS MANIFESTACIONES DE CHEMES.
Nosotros sostenemos, como se viene haciendo desde el inicio de esta investigación, de la investigación de Chemes en su calidad de agente del Servicio Penitenciario operó en el centro clandestino El Vesubio.
Las diversas pruebas que fueron desarrolladas durante el juicio nos permiten afirmar, sin ninguna duda, que Chemes fue uno de los integrantes del grupo de penitenciarios que el Director Nacional del Servicio Penitenciario Federal, Inspector Dolz, aportó a Sasiaiñ. Una de las funciones que evidentemente cumplieron fue la custodia de las personas secuestradas y alojadas en el Vesubio, en las inhumanas condiciones relatadas por los sobrevivientes en el juicio.
Ahora bien, en el juicio Chemes dijo que él iba a declarar.
Y Tan singular declaración -interferida por su defensor a fin de sostener la estrategia-, se limitó a un magro descargo contradicho por sus anteriores declaraciones, y por el conjunto de la evidencia reunida en este juicio, y por lo tanto, huérfano de cualquier otro elemento que le dé sustento.
Chemes negó genérica y categóricamente haber participado en los delitos que se le imputan, y mediante la lectura del nombre de cada una de las víctimas pretendió, sin suerte, darle volumen y aparentar precisiones en su alocución. Sencillamente cumplió con una formalidad y nada más que eso.
Y cuando habló de lo que él denominó “trayectoria” en el ámbito del Servicio Penitenciario Federal cayó en silencios y omisiones que en nada lo ayudan a mejorar su situación, que tan comprometida quedó con la inmensa cantidad de testimonios que lo señalaron como un guardia, y en algunos casos como jefe de guardia en el Vesubio.
Veamos un poco sus antecedentes y su lejano en el Servicio Penitenciario:
Con las reservas que merecen las aserciones contenidas en los legajos de los represores imputados de intervenir en hechos de un plan criminal previsto y desplegado clandestinamente y tomando previsiones para la impunidad de quienes los ejecutaron; cuya fidelidad, como lo muestra la experiencia de otros juicios de esta naturaleza, debe ser evaluada caso por caso; el legajo profesional del imputado puede resultarnos útil a modo indiciario, y su información debe ser reforzada y confrontada con otros elementos de juicio.
Hecha esta advertencia entonces, puede señalarse que Chemes el 8 de abril de 1976 fue trasladado de la Unidad 7 a la Escuela Penitenciaria -órgano absolutamente vinculado a la Dirección General y dedicado a la formación de sus oficiales¬-.
Y en este sentido, surge una comunicación de fecha 3/11/76 de la Escuela Penitenciaria por la cual se le asignan funciones de encargado de Reclutamiento ante la Dirección Nacional desde el 16/Agosto/76.
Asimismo, de su legajo surge que Chemes se presentó en la Dirección General del Cuerpo Penitenciario el 4/5/77, y que la División Seguridad comunica que el 5 de mayo del mismo año se le entregó una pistola Browning reglamentaria con 3 cargadores y 39 cartuchos.
Ahora bien, en las declaraciones de Chemes que quedaron incorporadas al debate, manifestó que en el año 1977 revistaba en la División Inteligencia del Servicio Penitenciario y que su comisión la cumplió en el Regimiento de Infantería La Tablada. Nada de eso consta entre sus antecedentes ni en su legajo. Ni la dependencia en la que estaba asignado ni el lugar concreto en que cumplía las funciones.
Su verdadera trayectoria necesita algo más que su legajo para ser esclarecida.
Su consorte de causa Zeolitti dijo en la indagatoria, que los destinos de Inteligencia no figuraban como tales pues dicha dirección dependía de la Dirección Nacional.
Con relación a la Dirección de Inteligencia del Servicio Penitenciario, el imputado fallecido Neuendorf, quien fue Director de esa Dirección de Inteligencia, manifestó que ésta existía previamente al gobierno de 1973, y concretamente hizo referencia a que en el gobierno de Lanusse eran coroneles los que estaban a cargo de ese servicio y que a la fecha que estaba declarando (esto es abril de 2006) todavía seguía funcionando.
Además Neuendorf dijo que recordaba a Chemes como un excelente oficial que mandó a hacer un curso de inteligencia en la Armada y en Campo de Mayo y que después fue destinado a la Unidad 6 de Rawson.
Para finalizar este análisis de los antecedentes penitenciarios de Chemes, resta entonces hacer un brevísimo análisis de las declaraciones de los testigos Develluk y Ricart ofrecidos por la defensa del imputado.
El primero refirió haber estado en la Escuela Penitenciaria desde febrero del 76, lugar al que arribó Chemes un par de meses después, habiendo sido ambos oficiales instructores de las compañías aspirantes. Agregó Develluk que unos meses después fue asignado a la Jefatura del Servicio de Armas, pero dentro de la misma escuela. A preguntas concretas de la defensa, dijo que en ese período, pese a no estar en el mismo destino que Chemes, lo veía esporádicamente en la escuela en lo que llamó “rueda de mate”, y concluyó en que podía afirmar que durante 1976 éste había estado en la Escuela Penitenciaria.
Asimismo, declaró que en los primeros meses del 77, el imputado fue trasladado a otro destino en sede central, no sabía exactamente adónde y que a partir de ese momento lo perdió de vista hasta 1995 en que confluyen nuevamente en el mismo destino.
Finalmente, a preguntas del presidente acerca de la existencia para la época de los hechos, de algún sector vinculado con la inteligencia, el testigo Develluk manifestó que si bien ahora sabía que si, no recordaba haberlo sabido en aquel momento y alegó la poca jerarquía que tenía en la época.
En este punto, resulta por lo menos extraño, y decididamente inverosímil, que el testigo Devellux, que llegó a ser Director de la Escuela Penitenciaria, y luego Director Nacional del Servicio Penitenciario Federal, hubiera podido desconocer desde cuándo existía un servicio de inteligencia en el ámbito del Servicio Penitenciario Federal, cuando ya lo relatamos más arriba, habría existido desde el 73.
Y tampoco parece un argumento real la poca jerarquía alegada por el testigo, pues se trataba de un oficial adjutor que ya había sido instructor en la escuela Penitenciaria, y había sido Jefe del Servicio de Armas.
De hecho el testigo Ricart, con mucho menos jerarquía que él, nos refirió en esa misma audiencia de debate que entendía que para aquella época existía una Dirección de Inteligencia en la Dirección Nacional. Lo que no dijo Ricart es que entre sus propios destinos, uno de ellos fue el Servicio de Inteligencia, tal como surge del informe de la Dirección General del Cuerpo Penitenciario de fecha 6 de febrero del 2004 incorporado al debate por lectura.
En atención a estas inconsistencias, entiendo que este testimonio deberá ser evaluado con absoluta prudencia, pues aún cuando Develluk diga no ser alcanzado por las generales de la ley o no se pueda afirmar que haya incurrido en una falsedad, es evidente que se trata de un testigo parcial y subjetivo. Su mirada nunca puede catalogarse de objetiva, cuando por otro lado dice que va a visitar a todos los imputados al lugar de detención en el que se encuentran como un apoyo espiritual, cuando estas personas están siendo juzgadas aquí por crímenes contra la humanidad y el testigo no es un sacerdote.
Por su lado Ricart, también afirmó haber visto a Chemes en el 76 en la Escuela Penitenciaria hasta abril o mayo del 77.
Amén de su pertenencia a un estamento sustancialmente involucrado en la represión ilegal, como son los segmentos de inteligencia de las Fuerzas de Seguridad, este testigo, aunque negó cualquier vínculo con los imputados, reconoció en el juicio que los había visitado en sus lugares de detención.
Se trata entonces de un testimonio del cual puede ponerse en cuestión su objetividad por una doble vía: por el vínculo con los imputados y por el interés en conformar la historia que narra de tal modo que lo aleje a él de cualquier sospecha de su propia intervención en el terrorismo de Estado.
Por su parte, el testigo Abraham recordó haber visto a Chemes en el 75 y el 76 en la Escuela Penitenciaria, aunque aclaró no tener conocimiento si estaba destinado o alojado allí, pues en esa dependencia también estaba el casino de oficiales, lugar en el que se alojaban los oficiales que provenían del interior.
Por último cabe mencionar que Zeolitti al prestar declaración indagatoria en el juicio refirió conocer a Chemes de la Escuela Penitenciaria.
Puede concluirse en que la transparencia y honestidad que Chemes pretendió traslucir en su declaración en aras de demostrar una trayectoria impecable en esta fuerza, no se advierte plasmada en ni su legajo, que evidentemente omite destinos, ni en este juicio, ya que todo su descargo da por tierra cuando se confrontan sus dichos con el de todas las víctimas que lo sindicaron de un modo contundente como un cruel guardia del Vesubio.
Salvador Diego Chemes respondía al apodo de “POLACO” y “CHAVEZ”.
Como ya se señaló cuando analizamos la responsabilidad de Durán Saenz, puede afirmarse que el uso de apodos fue una práctica generalizada en la represión.
Y Chemes no fue una excepción. Es más, se ha podido acreditar que utilizó dos apodos o nombres de cobertura cuanto menos: Polaco y Chavez. Y no solo que tuvo dos apodos, sino que uno de ellos también fue utilizado por otro represor, quien no está aquí sentado entre los acusados porque falleció.
En las complejas circunstancias en que se produjeron las identificaciones —que luego vamos a analizar en un apartado específico—, dos víctimas manifestaron recordar que en el centro clandestino uno de los guardias se hacía llamar, o ellos lo conocían, por el apodo de Chavez: Juan Carlos Benitez, dijo que el encargado de ese lugar “se hacía decir Chavez”; y Javier Casaretto también señaló a Chavez como un posible jefe de guardia interna.
Otros de los testigos recordaron a un guardia que era conocido como “POLACO”. Este es el caso de Mabel Celina Alonso.
Así lo mencionó en la audiencia y dijo que sabía que alguien que le dijo se llamaba de ese modo había estado en el sector en el que ella era torturada. Como a raíz de la tortura la testigo estaba en muy mal estado físico, permaneció en ese lugar solo por tres días y este guardia fue quien se quedó con ella. Dijo que le dio la impresión de que era guardia interna.
Daniel Emilio Machado, Alejandra Naftal, Samuel Leonardo Zaidman, Guillermo Horacio Dascal, Mónica Haydée Piñeiro, Inés Vázquez, Rolando Alberto Zanzi Vigoroux, Dora Beatriz Garín, Faustino José Carlos Fernández y Laura Waen también lo recordaron de este modo.
Otros lo evocaron cuando les fueron recordadas las declaraciones anteriores, a saber Roberto Oscar Arrigo, Juan Antonio Frega y Ruben Martinez.
Guillermo Lorusso dijo que no podía identificar a los guardias pues no los había podido ver, pero dijo que Polaco era Chemes.
A esta evocación, deben sumarse aquellos señalamientos directos efectuados en esta sala durante las audiencias.
Así, el testigo Adrian Brussa señaló a Chemes como una cara conocida en ese lugar, aunque no pudo ponerle un nombre o apodo a esa cara.
Silvia Irene Saladino, marcó en la sala a Chemes como al POLACO y dijo que ahora estaba más canoso. Previamente había referido que el guardia al que apodaban de este modo era un hombre joven, alto delgado, rubio, más o menos de 24 años, que iba a conversar con ella y las demás personas que allí se alojaban mientras cubría su guardia.
Dijo que lo recordaba en esa situación, sentado, contándoles con jactancia los trabajos de inteligencia que hacía cuando se infiltraba en los barrios a buscar militantes, y que les dijo que “en ese momento estaba ahí guardado por un tiempo”.
Nieves Marta Kanje reconoció en la sala a Chemes como POLACO, luego de haberlo descripto como alto, medio rubión, cara angulosa y nariz pronunciada, rasgos que todos podemos comprobar aún conserva a pesar del paso del tiempo.
Contó una anécdota que muestra un aspecto de este imputado, que fue relatado también por Saladino, como su afición a compartir charlas con las secuestradas.
Declaró Kanje que escuchó al Polaco alardeando mientras contaba que una de las personas allí atormentadas lo sorprendió porque sabía karate y tenía control de su cuerpo y su mente, razón por la cual no gritaba en la tortura y no se quejaba.
Entonces el imputado le preguntó cómo lo hacía, y su víctima le dijo que dominaba un mecanismo de concentración, de control mental, para que lo externo no lo afectara.
Chemes entonces le manifestó “la próxima que te picaneen los genitales, podés tener erecciones”, tras lo cual lo volvieron a torturar y nuevamente el Polaco manifestó su sorpresa ante un público estupefacto, porque el atormentado después había podido tener una erección.
Relató Kanje que este episodio tuvo lugar en la casa de las torturas.
Estrella Iglesias Espasandín, dijo en esta sala que pudo identificar a Chemes como alguien a quien ella le llamaba Invisible, y que después dijo que podía ser POLACO, un guardia inteligente y muy castigador, de quien previamente había dicho que era alto, casi sin barba, delgado, cabello más castaño, más fino.
Basta recordar entonces señores cómo se expresaron los penitenciaros en la indagatoria para darse cuenta que Chemes cuenta con recursos expresivos, intelectuales y culturales claramente superiores a los de sus camaradas.
Y nuevamente esta testigo remarcó una característica: que era castigador, y recordó que él fue quien le pegó a Norma Falcone.
Cristina María Navarro señaló en la audiencia a Chemes como un rostro conocido, que les hacía levantar la capucha y les hablaba. También refirió que en esas oportunidades, en que hablaba con ella, les refería su preocupación respecto de la sexualidad, y la impotencia sexual.
Evocó que este guardia les había contado una historia acerca de un muchacho que era yogui y que había usado una técnica para soportar la tortura, por lo que le pedían que les enseñara a manejar la erección.
Vemos en este testimonio una coincidencia casi absoluta con el de Marta Kanje, y con el resto de los testimonios que hacen referencia a rasgos de la personalidad de este imputado que lo delatan con un sello distintivo sobre el modo en que manifestaba su violencia hacia las víctimas que tenía a su cargo.
Confirmando su extremo sadismo, recordemos el testimonio de SUSANA REYES.
La testigo refirió que uno de los guardias, el Polaco, se le acercaba siempre y le hablaba. A modo de ejemplo contó que éste le daba una mandarina o algunas frutas para que se alimentara, ya que el bebé —recordemos que Susana Reyes en ese momento estaba embarazada— iba a ser para él. Y que un día le entregó algo envuelto diciendo que era para su bebé, y cuando ella lo abrió descubrió que se trataba de una capucha chiquitita.
Durante su testimonio en esta audiencia reconoció a Chemes como la persona protagonista de estos relatos bajo el apodo de POLACO.
Por último, resta mencionar la identificación realizada por Elena Alfaro, quien sindicó al imputado como “CHÁVEZ”, jefe de una de las guardias.
No obstante la contundencia de estos testimonios, es necesario tener en cuenta una parte del descargo realizado por Chemes tanto en la audiencia como en alguna de las declaraciones incorporadas al juicio por lectura, ocasiones en que señaló que los testigos podrían haberse confundido con otra persona apodada también Polaco, en lo que él denominó reconocimientos fotográficos realizados durante la instrucción de este proceso.
En principio, debe señalarse que si bien Chemes no tiene porqué saberlo, lo cierto es que los reconocimientos fotográficos que él menciona no se produjeron en esta etapa, no fueron ofrecidos como prueba por ninguna de las partes ni quedaron incorporados en este juicio por ninguna otra vía, razón por la que no se trata de ningún elemento que deba ser siquiera analizado.
Pero a pesar de esto, vamos a hacer una aclaración. Cuando Chemes fue señalado en la sala nadie dudó ni lo confundió con otra persona. Todos lo describieron previamente, y la imagen que recordaban fue absolutamente compatible con la fisonomía del acusado.
Por su parte, Ana María Di Salvo y Eduardo Kiernam, que mencionaron un guardia que se hacía conocer como Polaco, no reconocieron a Chemes entre los presentes en la sala como éste. Pero debe tenerse en cuenta que Di Salvo dijo que sabía que el “Polaco” al que se refería era Saccone, que fue quien que la había recibido al llegar al centro clandestino.
Para la fiscalía está claro que dos personas distintas utilizaban el mismo apodo, al menos frente a los cautivos, y también que Chemes utilizaba más de uno, entre ellos “Chaves” que, como es de uso en el personal de inteligencia, con sonoridad aproximada con su nombre verdadero, y que además respeta las iniciales de éste, seguramente como un recurso para aventar confusiones en el agente entre el nombre real y el de cobertura.
De esta circunstancia también da cuenta el legajo 494, en el listado aportado por Cendón, en el que surge que tanto Chemes como Saccone utilizaron el apodo de Polaco, y que Chemes además tenía un nombre de cobertura que era Chaves, lo que es absolutamente coherente con la mención de ese apodo por los testigos Benitez y Casaretto, y la identificación realizada por Elena Alfaro.
En este punto también el imputado en su declaración indagatoria sostuvo que Cendón se desdijo sosteniendo que todas sus declaraciones fueron realizadas para obtener beneficios en la causa en la que estaba imputado. Sea como fuere, lo cierto es que, tal como se ha demostrado en lo que va del alegato, cada una de las manifestaciones de Cendón han quedado ratificadas por otros medios de prueba que confirman su veracidad.

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