lunes, 13 de junio de 2011

Alegato juicio CCD Vesubio -sin los hechos- 11.-

VAMOS A PROSEGUIR CON RAMON ANTONIO ERLAN
A la hora de prestar indagatoria, este imputado adoptó la misma posición que otros consortes de causa: no quería responder preguntas. Negó en forma genérica haber prestado servicios en el centro clandestino El Vesubio o conocer siquiera el lugar; dijo que desconocía cualquier apodo que se le asignara, a excepción del de Moncho como era llamado por su familia, y que no había privado ilegalmente de libertad o aplicado tormentos a persona alguna, negando todos los cargos que se le imputan.
Del mismo modo que en el caso de Martínez, quedaron incorporadas como documental las manifestaciones vertidas por Erlan en el Tribunal de Instrucción Militar nro. 29, las que serán analizadas más tarde.

Como en el supuesto de otros imputados, no hay ningún elemento con contenido para descalificar. La prueba en que se basa la imputación se encuentra incólume, es más, robustecida, sin que su fuerza convictiva haya sido contrarrestada en el juicio por evidencia alguna.
Análisis de sus antecedentes y legajo personal
Destacamos que de su legajo correspondiente al Servicio Penitenciario surge que Erlan habría ingresado a la fuerza con 29 años de edad, que nació en la provincia de Chaco y que con fecha 21 de febrero de 1977 fue trasladado de la Unidad 16 a la Dirección General del Cuerpo Penitenciario por razones de servicio y que allí permaneció hasta diciembre de 1980 en que pasó a integrar el cuerpo de requisa en la Unidad 16.
Años antes, por 1973, pareciera que el imputado habría pasado de la Colonia Penal de Presidencia Roque Saenz Peña a la Escuela Penitenciaria según aparece en la foja de observaciones.
También surge de esta foja, que el Jefe de la Sección Armería Central con fecha 2 de marzo de 1977 lo proveyó de una pistola Browning calibre 9 mm con dos cargadores y 39 cartuchos de guerra de 9 mm.
Como en el resto de los casos, la prueba es contundente a la hora de demostrar que Erlan, alias Pancho, fue uno de los integrantes de las guardias, aunque no queda claro si lo fue en calidad de jefe, lo cual, en este proceso, ya sea en carácter de jefes o integrantes de guardia, todos los imputados tenían la misma tarea, la que de acuerdo al relato de los sobrevivientes fue cabalmente cumplida.

Ramón Antonio Erlan respondía al apodo de “PANCHO” o “DON PANCHO”
Bajo las condiciones particulares en estos juicios, muchos de los testigos sobrevivientes lo recordaron de ese modo, algunos identificándolo personalmente en la sala y otros haciendo referencia a haber tenido conocimiento de la existencia de un guardia apodado así, o haber escuchado ese nombre pseudónimo en el centro clandestino.
Ana María Di Salvo lo señaló en la sala de debate como Pancho y dijo acerca de él que “periódicamente me levantaba la capucha para que le sonriera, y yo le sonreí muchas veces. Ahora está más gordo, en aquella época estaba delgado, y no tenía canas, llevaba el cabello mucho más corto, era distinto en general. Si uno lo mira hoy, así como yo no soy la misma físicamente de la época de marzo-abril-mayo de 1977, ellos tampoco son los mismos de esa época, ha pasado el tiempo” y en esa oportunidad también lo sindicó como el posible responsable de la violación de Graciela Moreno.
Eduardo Kiernam lo señaló en la audiencia como Sr. Pancho y también refirió que en el centro clandestino se corrió el rumor que era quien había violado a una mujer llamada Graciela Moreno.
María Susana Reyes lo señaló en la audiencia con ese apodo y una vez más, éste fue identificado como quien violó a Graciela Moreno. Asimismo la testigo recordó que fue Pancho quien le dijo que buscara la ropa de Oscar Mantello, su marido, y le facilitó hilo y aguja para coserle el pantalón –este pedido fue para que Mantello se lo pusiera antes de ser “trasladado”, es decir desaparecido hasta que fue recuperado su cuerpo-.
Mabel Celina Alonso identificó personalmente en la audiencia a Erlan entre los imputados como PANCHO y, cuando lo describió en su apariencia a la época de los hechos, dijo que era morocho y robusto, y era mayor que ella.
Silvia Irene Saladino señaló a Pancho en la persona de Erlan y dijo que lo recordaba como un jefe de guardia, que fue quien la llevó a ver a otra compañera allí secuestrada a quien conocía como “La Nona” (Blanca Angerosa). Al identificarlo aclaró que lo recordaba como una persona mayor “a los otros dos”, más ancho más corpulento, la cara redonda, fisonomía de persona de provincia del norte.
Nieves Marta Kanje, reconoció a Pancho en la sala y a preguntas de su defensor en relación a cuándo había escuchado ese apodo, dijo que esto había sucedido en un momento en que era trasladada de la sala de las cuchas a la sala de torturas.
Elena Alfaro señaló en la sala a Erlan como Pancho, mencionándolo como uno de los penitenciarios que pegaba cuando tenía que pegar (como todo el resto), y que utilizaba para ello, como el Polaco, un palo de goma con alambre adentro.
Marina Kriskautzky secuestrada con 13 años junto a sus padres en el centro clandestino, señaló a ERLAN y dijo que lo recordaba como el guardia que le llevaba comida y amenazó con matarla.
Juan Farías (padre), Daniel Ricardo Wejchemberg, Claudio Niro, Leonardo Dimas Núñez, Cecilia Vázquez de Lutzky, Inés Vázquez, Roberto Oscar Arrigo, Horacio Hugo Russo, Juan Antonio Frega, Dora Beatriz Garín, Daniel Emilio Machado, Arnaldo Piñón, Ruben Martinez y Faustino José Carlos Fernández, mencionan a Pancho como una de las personas que los custodiaban.
Gustavo Alberto Franquet lo nombró como un guardia que se destacaba.
Jorge Federico Watts y Guillermo Alberto Lorusso dijeron que sabían que Pancho era un guardia.
Alfredo Eduardo Peña nombró a Pancho y dijo que supo que se trataba de un guardia mientras se encontraba en el centro clandestino.
María Angélica Pérez de Micflik, si bien en instrucción lo había identificado por fotos, dijo acá que ahora no podía hacerlo, pues habían pasado 30 años.
Describió a Pancho como un hombre alto, morocho de pelo muy negro, bastante morrudo. A preguntas de las partes dijo que esa fue su impresión cuando este guardia la llevó desde la sala de torturas hasta la otra casa, y que la llevaba agarrada del brazo, por lo que percibió el tamaño de este guardia.
Estrella Iglesias Espasandín aludió a Pancho como quien le dio una paliza a Beatriz Perosio, pero no pudo reconocerlo.
Roberto Luis Gualdi recordaba a un PANCHO que maltrataba por maltratar.
Ricardo Hernán Cabello recordó a PANCHO como “de las guardias malas”
Horacio Hugo Russo lo mencionó como un guardia y en la sala señaló a Erlan identificándolo con el apodo “el PARAGUAYO”.
Y Juan Carlos Farías también lo sindicó en la audiencia como quien su padre le dijera que era el Paraguayo.
Estos equívocos serán analizados en breve.
Cristina María Navarro Lo reconoció en la audiencia como una cara familiar a la que no podía ponerle nombre.
Evidentemente por la contextura y apariencia física de Erlan, debe haber parecido mayor que el resto de los guardias y las propias víctimas.
Esto explica el comentario acerca de que era un hombre de unos 40 años.
Ocho víctimas lo señalaron en la sala, sin vacilaciones; ilustrando el reconocimiento con relatos y descripciones de su persona coincidentes entre sí.
Ni Di Salvo ni Kiernam hicieron este tipo de apreciación sobre la edad. Y esto es lógico en tanto ellos eran mayores que el promedio de la gente secuestrada, quienes rondaban los 20 años.
Pensemos que Erlan era un hombre de treinta y pico de años, es decir, efectivamente mayor que sus víctimas en general.
Además, aún teniendo en consideración las manifestaciones de Ana María Di Salvo en relación a que ahora estaba más viejo y más gordo, cierto es que con su altura y tamaño, y evidentemente destilando la violencia a la que los sobrevivientes del centro clandestino aluden, es comprensible que pensaran que este guardia era más grande. A los 20 años una persona de 30 es, definitivamente, alguien mayor.
Además debe tenerse en consideración, el rol y el modo en el que lo sitúan varias víctimas: en un lugar relevante como jefe de una de las guardias más crueles y antisemitas.
Pancho y Paraguayo fueron especialmente destacados por los sobrevivientes por su ferocidad en el centro clandestino, y los recordaron juntos en numerosos sucesos de brutalidad, y palizas, como por ejemplo, en la que le costó la vida a Luis Perez.
Todas estas circunstancias permiten explicar razonablemente por qué Erlan es descripto como una persona mayor de edad que efectivamente tenía al momento de los hechos, tanto como la asociación con “El Paraguayo”, es decir Maidana.
En cuanto al señalamiento errado de Horacio Russo recordemos lo declarado en el juicio por él: “… la guardia del Paraguayo, era la más cruel, entró y le pegó salvajemente a Luis Pérez para que se callara. Por eso empezó a golpear, patearlo hasta que se produjo el silencio, lo mató en ese momento… Al principio gritaba del dolor hasta que se produjo el silencio. Lo golpearon hasta la muerte. Paraguayo y Pancho se fueron y cerraron la reja.”
Parece obvio que el testigo tiene claridad de que se trataba de dos personas distintas.
En definitiva, los dos testigos que lo reconocieron personalmente, pero con otro apodo, lo sindicaron como uno de los represores que actuaba en el centro clandestino.
Por último, en el Legajo 494 en el que obra una lista de represores elaborada por Cendon, se da cuenta de la presencia en el lugar de Ramón Erlan apodado PANCHO, lo cual es absolutamente coincidente con las demás pruebas reunidas en el juicio.

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