Vamos a proseguir con el análisis de la responsabilidad de Ricardo Néstor Martinez
Este imputado también declaró en el juicio. En ese acto, se limitó a decir que nunca prestó servicio en el Vesubio, ni conoció ese lugar, que jamás se le llamó por el apodo que se dice que tuvo y finalizó diciendo, textualmente: “NIEGO EXPRESAMENTE TODA LA CAUSA QUE SE ME IMPUTA DE MI PROVIDENCIA. JAMAS HE PRIVADO DE LA LIBERTAD NI LE HE HECHO TERRORISMO A NINGUNA PERSONA QUE AQUÍ SE, COMO DECIR, SE HA DICHO, ESO ES TODO.” Y eso fue todo.
En atención a que la fiscalía solicitó la incorporación como documental de sus manifestaciones vertidas en el Tribunal de Instrucción Militar nro. 29 y se hizo lugar a dicho pedido, éstas como las de otros imputados serán analizadas en breve.
BUENO, LA REFUTACIÓN DE ESTAS MANIFESTACIONES VERTIDAS POR MARTÍNEZ.
Sin perjuicio de que no hay nada para valorar en la pobre negativa vertida por él, la solidez de las probanzas ventiladas en este debate demuestran que el nombrado fue como en el caso de Chemes y del resto de los imputados, integrante de la dotación de personal que la Dirección Nacional del Servicio Penitenciario Federal comisionó para el secuestro y custodia de las personas cautivas en condiciones inhumanas en el Vesubio .
Vamos a hacer un análisis de sus antecedentes y de su legajo personal
Con los límites impuestos por las circunstancias descriptas al analizar el legajo de Chemes, pueden señalarse varios elementos que merecen ser destacados.
Del legajo de Ricardo Martínez surge que el 18 de marzo de 1976 fue trasladado de la Escuela Penitenciaria a la Dirección General del Cuerpo Penitenciario por razones de servicio y allí permaneció hasta el 28 de diciembre de 1983, fecha en que regresó a la escuela penitenciaria.
Como fue señalado con anterioridad, ambas dependencias estaban estrechamente vinculadas.
Lo que no surge del legajo es en qué fecha ingresó Martínez a la Escuela Penitenciaria pues en todas las anotaciones anteriores a esa fecha sólo se consigna una generalidad: SP (entendemos que supuestamente sería Servicio Penitenciario) pero ninguna dependencia en particular.
Asimismo en la foja de funciones desempeñadas se consigna que en el año 1975 cumplía tareas de chofer del Subdirector (tampoco sabemos si era chofer del subdirector del Servicio Penitenciario o del subdirector de la Escuela Penitenciaria), y la función que se expresa seguidamente, es la de celador en el año 1987.
Asimismo, en esta parte del legajo aparece también que el Jefe de la Sección Armería Central con fecha 14 de junio de 1976 (ya estando Martínez destinado a la Dirección General del Cuerpo Penitenciario), lo proveyó de una pistola Browning calibre 9 mm con dos cargadores y 26 cartuchos de guerra de 9 mm.
Sin embargo, parecería que la defensa de Martínez pretende hacernos creer, que éste habría estado en Rawson en el año 1977.
A excepción de una escuetísima cita en la foja correspondiente a los partes de enfermo que alude a que el día 18 de mayo de 1977 se le concedió un día de licencia por enfermedad, nada sugiere en ninguna parte del legajo, que la unidad 6 haya sido un destino de este imputado.
Que la única mención de esa circunstancia sea la realizada por el testigo Abraham, ello es, que ambos compartieron destino en la Unidad 6 en el año 1977, en contraposición con los testimonios de numerosas víctimas, lo único que demuestra es la mendacidad de esa declaración, razón por la cual SE DEJA SOLICITADA DESDE YA la extracción de testimonios por el delito de falso testimonio en que incurrió el testigo ofrecido por la defensa pública.
Sin perjuicio de ello, nada hace dudar respecto de que Abraham haya estado destinado en la unidad en cuestión. Hemos consultado su legajo, y en éste sí son numerosísimas las menciones a su paso por la Unidad 6, a diferencia de las del imputado sobre un día de licencia por enfermedad en un destino respecto del que no hay registro. Ya hemos dicho bastante sobre la relatividad de las constancias de los legajos, que documentan pero también omiten y encubren.
Es del caso recordar que la Unidad en la cual se dice que se le concedió un día de licencia fue alojamiento de presos políticos. No sabemos qué misión encubierta pudo haber cumplido allí, en caso que fuera cierto, en el lapso de sus francos del centro clandestino.
Un último punto a destacar del legajo, por demás sugestivo, es la felicitación especial que surge de la foja de observaciones en la que con fecha 10 de junio de 1977, se consignó “FELICITADO POR LA DIRECCIÓN NACIONAL EN VIRTUD DE LA EFICIENCIA Y VOCACIÓN DE SERVICIO EN BENEFICIO DE LA INSTITUCIÓN Y DE LA PATRIA EN LA DIFÍCIL MISIÓN DESARROLLADA”. Parece evidente que esta mención elíptica alude a los cometidos de la represión ilegal, ¿qué otra misión “difícil en nombre de la patria”, de acuerdo a la perspectiva de la dictadura, podía merecer semejante encomio para un humilde celador penitenciario?
Si el 10 de junio de 1977 lo felicita por su desempeño la Dirección General, es impensable que Martínez estuviera destinado en la Unidad 6 —adonde según Abraham habría llegado tres o cuatro meses después que él—; y más absurdo aún es, atendiendo al tenor de la felicitación, creer que aquella pudiera estar vinculada con las tareas que según el testigo mencionado, realizaba Martínez: entregarle documentación como partes de enfermo, visitas de detenidos, y todo lo que hace a la parte procesal del que está internado.
La mentira parece evidente.
Tampoco surge del legajo ningún viaje ni pedido de pasajes desde o hacia Rawson, ni por razones de servicio ni por goce de las licencias anuales, como sí, en cambio, surgen órdenes de pasajes de Buenos Aires a Resistencia y a Formosa (recordemos que Martínez nació en esta última provincia).
Por otra parte, también resulta sospechoso que su coartada sea esta idea defensista tardía, pues si Martínez en el año 1977 estaba cumpliendo funciones en un destino tan lejano del lugar en el que ocurrieron los hechos aquí juzgados, es incomprensible que no lo haya dicho en su descargo en ninguna oportunidad durante la instrucción o al prestar indagatoria aquí en el juicio.
Recordemos —fue ampliamente publicitado— las comisiones secretas de traslado de secuestrados: en el juicio por los crímenes de Mar del Plata, fallados por el Tribunal Oral Federal 5 se comprobó que la Policía Militar trasladó a una cautiva del Vesubio (Analía Magliaro) a la postre asesinada en Mar del Plata. Solo la meticulosidad del militar BERAZAY que exigió y consiguió un recibo dejó una huella de ese traslado, que concluyó en la reciente condena dictada por el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata, de CONSTANTINO REZET, quien la recibió en el GADA 601.
Sobre la efectiva presencia de Martínez en el Vesubio, no se pueden dejar de tener en consideración que los testigos Kiernam y Di Salvo, que estuvieron secuestrados en el centro desde el 3 de marzo al 20 de mayo de 1977, manifestaron haberlo visto en esa fecha como uno de los guardias en el centro. Es más, Ana María Di Salvo refirió que justamente era la persona a quien ella conoció como Pájaro, y que para fin de abril aproximadamente, llevó a los prisioneros restos de comida de su fiesta de cumpleaños. Según surge de su legajo penitenciario, Martínez nació el 12 de mayo.
Pero, además, en ese período, otras personas secuestradas en el Vesubio dijeron que conocían a Pájaro como uno de los guardias, así el caso de Juan Carlos Farías que dijo que su padre se lo mencionó; Juan Carlos Galán y Susana Reyes, secuestrada el 16 de junio y mantenida en cautiverio hasta el 16 de septiembre de 1977, también lo señaló en esta sala como el guardia al que identificó como Pájaro.
Debemos mencionar que los testigos Ricart y Develuk tampoco aportaron nada relevante respecto de este imputado más que haberlo conocido en la Escuela Penitenciaria. Aunque en el caso del primero hubo una omisión fundamental en su testimonio cual fue su pertenencia (al igual que Martinez) al Servicio de Inteligencia Penitenciario, como surge del informe incorporado al debate ya mencionado que da cuenta de ese destino común.
Por último, recordaremos que Zeolitti al prestar indagatoria aceptó conocer a Martínez de la Escuela Penitenciaria.
Ricardo Néstor Martínez respondía al apodo de “PAJARO” O “pajarito”
En el caso de este imputado su apodo fue este: “PAJARO” O “PAJARITO” y varios fueron los testigos que así lo recordaron.
Mirta Iriondo: dijo que uno de los guardias se apodaba Pájaro, que era de estatura mediana y aunque no tenía muchos recuerdos, algo evocaba.
Juan Farías, testigo fallecido cuyas declaraciones se incorporan por lectura, mencionó a Pájaro como uno de los integrantes de la patota que salía a secuestrar y torturaba, y su hijo Juan Carlos Farías aquí en la audiencia dijo que su padre se lo había nombrado como uno de los guardias.
Juan Carlos Galan, Cecilia Vázquez de Luzky y Fernando Caivano declararon que a uno de los guardias se lo conocía como Pajarito y Pájaro.
Guillermo Alberto Lorusso dijo que no estaba en condiciones de reconocer a ninguno de los guardias porque no los había visto, pero sabía que uno de ellos era Pájaro.
Hugo Pascual Luciani y Alicia ENdolz de Luciani también mencionaron en sus declaraciones incorporadas por lectura a un guardia de apodo PAJARO. En particular, Hugo Luciani lo describió como un “ser malo” y recordó que también participaba en la perpetración de vejámenes a una de las mujeres secuestradas, Violeta.
Otros testigos lo recordaron con la ayuda de la lectura de declaraciones anteriores, y al escuchar dicho apodo recordaron que así se llamaba uno de los guardias. Esos fueron los casos de María de las Mercedes Joloidovsky, Roberto Oscar Arrigo, Estrella Iglesias Espasandin y Juan Antonio Frega.
Dora Beatriz Garín relató que si bien no podía reconocerlo, había sido Pajarito quien la llevó a ver a su marido un par de veces.
Arnaldo Piñón declaró que había escuchado la voz de Pájaro en un cambio de guardia.
Mientras que Miguel Fuks dijo que había escuchado el apodo Pajarito.
A estas menciones, se le suman los reconocimientos realizados por las víctimas en la sala de juicio.
Ana María Di Salvo lo identificó en la sala como Pájaro. Además de referir que lo recordaba por haber llevado al centro clandestino las sobras de la comida de su cumpleaños, contó que éste hablaba mucho con Elena Rinaldi de Pocetti, allí secuestrada, y que cuando ella fue sacada de las cuchas –se encuentra desaparecida- dijo textualmente: “…y vio que no estaba [por Martínez], movía la cabeza como si dijera “no puede ser”, y que se apoyaba en la puerta, que era la madera de la cucha, mirando el hueco vacío donde había estado Elena.”
Eduardo Kiernam también lo señaló en la sala como el guardia que conocía como PAJARO.
Susana Reyes, reconoció en la sala a Martínez como el guardia que en el Vesubio ella había conocido como PÁJARO.
Nieves Marta Kanje señaló sin titubeos a Martínez, pero dijo que no recordaba el apodo que usaba, aunque en otro momento de su testimonio relató que alguno de los guardias usaba el sobrenombre de “PAJARITO”
Cristina María Navarro también identificó el rostro de este imputado pero no pudo ponerle nombre o mote.
Elena Alfaro reconoció en la audiencia a PÁJARO en la persona de Martínez. Relató que en alguna ocasión éste había llevado una guitarra al campo de concentración para que tocara una víctima, a quien conocían como “el Cordobés”, y que tiempo después le fueron quemadas sus manos. A preguntas del defensor del imputado, dijo que además recordaba que tenía mala voz para cantar.
También describió el mismo suceso que a inicios del juicio había contado Ana María Di Salvo en relación a la actitud adoptada por “Pájaro” ante la ausencia de “LA TANA” o “Cucki” como la llamó Alfaro, quien fue trasladada del Vesubio una noche de mayo, y de quien nunca más se tuvieron noticias.
Cecilia Ayerdi reconoció a Martínez en la sala de audiencias como PAJARITO, luego de haber contado varias anécdotas que lo involucran y que dan cuentan de sus peculiares modos de maltrato hacia las víctimas.
Ayerdi declaró que estuvo varios días sola custodiada por tres guardias que le hablaban y que le hacían levantar la capucha asiduamente, uno de ellos era Pajarito. También relató que en una oportunidad éste le contó a modo de anécdota que en un momento habían allí 15 chicas secuestradas, con lo cual siempre había alguna menstruando.
Otra de las historias que muestran el perfil del imputado, fue que en una oportunidad en que estaba encapuchada, Pajarito la obligó a realizar flexiones para que no se hiciera daño por estar tanto tiempo acostada, y para eso la hizo desnudarse completamente. Recordó que tuvo la sensación de que no sabía cuanta gente estaba mirándola.
Asimismo refirió que el día de su liberación PAJARITO le avisó con anterioridad que esto iba a ocurrir y le contó que fueron todos al casino a buscar la firma de su libertad y le manifestó su deseo de acompañarla a su casa; pero finalmente alrededor de las 19 horas llegaron dos personas que nunca había escuchado, y Pajarito le dijo que la venían a buscar de afuera.
En otra de las charlas PAJARITO le había contado que tenía un Fiat 128 chiquito, celeste.
Finalmente Cecilia Ayerdi rememoró que a los 6 meses de ser liberada del Vesubio, en el año 1979, lo vio caminando con una chica por Avda. Corrientes, cerca del teatro San Martín, y que éste la saludó y siguió su camino.
Parece evidente que cuando Ayerdi señaló a este guardia en el juicio, ninguna duda podía tener acerca de quién se trataba.
Por último, vamos a mencionar el legajo 494 en el que obra el listado aportado por Cendon que da cuenta de la presencia en el centro clandestino, de Ricardo Martínez con el apodo de Pájaro, y el legajo conadep 7170, ambos incorporados al juicio.
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