lunes, 13 de junio de 2011

Alegato juicio CCD Vesubio -sin los hechos- 8.-

Respecto de las Indagatorias, vamos a empezar
Toda vez que el nombrado se negó a prestar declaración en el juicio, han quedado incorporadas a éste la totalidad de sus manifestaciones anteriores.
Cabe señalar que la primera vez que el imputado declaró, lo hizo en 1984 en el marco del sumario instruido por el juzgado militar nro. 29 a instancias del Comandante Sasiaiñ. Este expediente va a ser objeto de un capítulo en particular, razón por la que allí serán analizadas sus manifestaciones.
Posteriormente, el 11 de mayo de 1987, declaró ante la Cámara Federal, oportunidad en la que dijo en el año 1975 fue destinado a la Brigada de Infantería X como oficial de estado mayor, y en este punto señaló que en casos como el suyo que tuvo “Botón de Oficial de Estado Mayor y Chapa de Aptitud Especial de Inteligencia” durante la carrera, ésta transita por dos niveles o áreas.
Explicó que en determinadas ocasiones puede primar un nivel u otro, es decir el de inteligencia o el de oficial de estado mayor, y que en los años 1976 y 1977 fue en este último nivel que fue nombrado en la Brigada.
Aclaró que en ese caso podía cumplir tareas dentro del área de conducción, personal, inteligencia, operaciones, logística o asuntos civiles en el puesto que adjudicara el comandante o jefe determinado.
Luego de marcar esta diferencia que el imputado presentó como sustancial, manifestó que en dicho destino se desempeñó como auxiliar de inteligencia dentro de la correspondiente División y que sus tareas eran las que indica el Reglamento de Organización y Funcionamiento de los Estados Mayores, es decir funciones pasivas de asesoramiento y estudio ordenadas por sus superiores jerárquicos, es decir provenientes de la cadena de mando, cuestión que destacó de importancia para juzgar “profesional y jurídicamente su conducta”. Recalcó que esas fueron sus tareas durante su permanencia en esta Brigada hasta que finalizó ese destino en diciembre de 1977.
También mencionó que su jefe directo era el Teniente Coronel Luque jefe de la División Inteligencia.
Respecto de sus funciones en ese año, explicó que:
Voy a leer textualmente la indagtoria: “A principios de ese año el Comandante de la Brigada de Infantería X decide adelantar un puesto de comando hacia el interior del territorio que abarcaba su jurisdicción y determina para el emplazamiento del mismo el ala sur de la enfermería del Regimiento de Infantería 3, Unidad que le dependía orgánicamente. Allí se instaló el puesto de Comando que se denominaba CRI –Central de Reunión de Información-. Este puesto se constituyó sobre la base de la División Inteligencia y la División Operaciones, y con la participación rotativa de todos los miembros del Estado Mayor, cumpliendo nosotros, los auxiliares, las órdenes que nos impartían los Jefes de División, o el Jefe de Estado Mayor. Mi tarea en especial era llevar la carta de situación, ¿y qué es eso Señor Presidente? Bien, cuando yo estaba de turno actualizaba la carta geográfica de la jurisdicción, que era enorme, los enfrentamientos, los atentados, la ubicación de propias tropas y lo que se podía ubicar de los terroristas. En base a eso diariamente se podía saber dónde estaban operando cualquier fracción de las unidades que le dependían organicamente al comando de Brigada: Regimiento 6, Regimiento 3, Grupo de Artillería 1, Escuadrón de Exploración, etc. Y además, especialmente, e qué actividades operacionales estaban. Es decir, controles de ruta, control, patrullaje en una zona determinada, en operaciones totalmente abiertas y de uniforme. Para ilustrar a Su Señoría recuerdo especialmente un trabajo que realicé y que creo que puede ser ilustrativo para mayor abundamiento y conocimiento de mi actividad. En base a los hechos y atentados que tenía enmarcados en la carta hice un cuadro estadístico y saqué como conclusión: primer gráfico eran los hechos que ocurrían durante los días de semana como conclusión de ello y haciendo la curva y en base a los antecedentes que ya obraban, señalaba esta curva que los terroristas operaban con mayor intensidad los días martes, los días miércoles, los días jueves, que la actividad los días viernes declinaba, y que practicamente la actividad terrorista los sábados y domingos era casi nula. Una característica de los terroristas era que normalmente sábados y domingos tomaban franco”. Esto es textual.
Además refirió que su jefe directo ordenaba a las distintas unidades dependientes a profundizar el control y patrullaje en días y localidades detectadas; afirmó que su estancia en la CRI era de un día y que fue muy raro que se haya quedado las veinticuatro horas por distintos motivos: la tarea era cansadora y de gran tensión y no había comodidades para la gente de la brigada en el Regimiento 3. Asimismo dijo que la seguridad de ese lugar había sido traída del Servicio Penitenciario Federal y cumplían guardias de 24 por 48 horas.
También reconoció el apoyo brindado por el Destacamento de Inteligencia 101 con asiento en La Plata como una de las formaciones de la Gran Unidad de Batalla (es decir la Brigada X) que se tradujo en el aporte de información acerca de la ubicación, despliegue, armamento, material capturado o de inteligencia que ellos obtenían a través de sus medios técnicos, los que aclaró él desconocía.
A preguntas concretas respecto de su conocimiento de “capturas de elementos subversivos”, negó “que le llevaran las capturas a nivel personal” pues dijo que su tarea era la de señalar los encuentros o las fracciones enemigas que podían estar operando en una zona determinada; respecto de los hechos ocurridos en Monte Grande hizo referencia a la posible participación de integrantes del Regimiento 3 en un enfrentamiento de fuerzas por ser área de su jurisdicción.
También hizo referencia a que si el comando impartía órdenes de detención él desconocía a quién se las impartía porque eso era jurisdicción de su jefe de división o de su comandante de brigada. Que él no tenía aptitud para detener u ordenar detenciones.
En relación a la función de los guardias del Servicio Penitenciario Federal dijo que ello no era habitual pero que en esos años 75, 76 y 77 existía un grado de desconfianza, y era necesario dar seguridad al Estado Mayor en donde se manejaba documentación secreta como la carta de situación o los trabajos que él realizaba, y para disponer de mayor cantidad de soldados en la calle. Agregó que esa guardia era externa de la CRI.
Con relación a cada una de las víctimas por las que se le fue preguntando, dijo no poder decir nada pues desconocía la existencia del Vesubio, y en particular respecto de la testigo Elena Alfaro, dijo lo siguiente:
“Con respecto a Elena Alfaro, puedo decir que un día al llegar a mi lugar de trabajo me encuentro con una mujer en avanzado estado de gravidez, que mi jefe directo, el Teniente Coronel Luque, me explicó que era recomendada del Coronel Morelli, entonces Jefe de Coordinación General y que la misma se encontraba bajo su custodia personal y que estaba haciendo gestiones para entregarla a sus padres. En el transcurso de su estadía y mis turnos, no tomé contacto personal con ella en más de dos o tres oportunidades, brindandolé un trato amable dada su condición de gravidez y por ser la recomendación y la recomendada de mi jefe. Que en un franco de fin de semana, de los pocos y escasos que me pude tomar a lo largo del año, a mi regreso al día lunes, me comunicó mi jefe que la misma ese fin de semana había sido entregada a sus padres”.
Más adelante volveremos sobre este punto.
A preguntas específicas de los jueces respecto del tiempo, lugar de detención y procedencia de esta víctima, el imputado manifestó que había estado detenida por un período aproximado de una semana, en la CRI y que en virtud de la menor jerarquía de su cargo, no preguntó nada a su superior Luque, sino que simplemente éste le refirió que se la había enviado el Coronel Morelli, ante lo cual él no hizo más preguntas.
Descalificó algunas de las pruebas de cargo reunidas al momento en que prestó declaración, como las declaraciones de Cendon y Zeolitti.
Y en esta oportunidad Duran Sáenz negó haber utilizado apodo alguno y dijo que siempre usaba su nombre y apellido.
Posteriormente al volver a prestar declaración en abril de 2006, agregó lo siguiente, haciendo referencia a “Delta” dijo:
“Quiero aclarar que Delta forma parte de deletreo. Esa era la sigla del elemento adelantado que estaba en la sala sur de la enfermería del Regimiento 3 de Infantería. De ahí que cuando querían tratar con ese elemento que se llamaba la CRI, primero pedían hablar con Delta y después si era una cuestión de Inteligencia pedían hablar con Delta Indio. Y si era una cuestión de Operaciones, con Delta Oso. Apodos que le figuran en el libro Nunca Más al Teniente Coronel Luque”.
En el resto de las oportunidades que prestó declaración no agregó nada más de importancia.

Vamos ahora a refutar todas estas manifestaciones.
Duran Saenz en su calidad de jefe del Centro clandestino.
De las pruebas recabadas durante el juicio, y tal como fue detallado con anterioridad, se puede concluir en que este centro clandestino pasó por diversas etapas durante la época en que tuvieron lugar los hechos, no sólo en cuanto al modo en que funcionó, cómo fueron utilizadas sus instalaciones y el destino que se dio a cada una de ellas, sino también respecto a las autoridades del centro.
De idéntico modo, también se ha conocido durante el debate que funcionó por lo menos desde 1975, con características y nombre diferente. Así lo han manifestado numerosos testimonios al señalar que se enteraron por los guardias que lo identificaban también como “Ponderosa o La Ponderosa”, y con una jefatura también distinta en cabeza de José Alberto Hirschfeldt, quien se desempeñó como jefe de las guardias.
Pero ciñéndonos al tramo que va de 1976 a 1978, ha quedado demostrado que hubo una etapa inicial en la que, sin dudas, quien se hizo cargo del centro fue el Mayor del Ejército Durán Sáenz, alias “Delta”, y en una segunda etapa, habría sido otro oficial, que respondía al apodo de “El Francés”, que hoy sabemos se trata del Capitán Gustavo Adolfo Cacivio, respecto de quien el Juez Rafecas está investigando su participación y responsabilidad en la conducción del Vesubio como ya se dijo.
Asimismo a lo largo del juicio, se pudo determinar el rol destacado que este imputado cumplió dentro de la estructura jerárquica de la que formaba parte, la Brigada X, y sus funciones consistieron en la retransmisión de órdenes, y control de su ejecución.
Y en este sentido, el propio Durán Saénz confirma la imputación -como veremos al analizar sus antecedentes en la carrera militar-, desde ya sin hacerse cargo de los hechos, y con el fallido objetivo de deslindar su responsabilidad.

Análisis de sus antecedentes y legajo militar
De su Legajo personal del Ejército, surge que Duran Saenz, con el grado de Mayor, en diciembre de 1975 fue destinado al Comando de Brigada Décima de Infantería como Oficial del Estado Mayor. Se le dio el alta el 5 de diciembre destinado a la División II de Inteligencia como Auxiliar G-2.
De febrero a octubre de 1976 fue comisionado en el Comando de Brigada V en San Miguel de Tucumán y a su regreso continuó en el destino anterior, hasta el 5 de diciembre de 1977, en que pasó a cumplir servicios como 2do. Jefe del Regimiento de Infantería 7 de La Plata.
El 27 de diciembre fue ascendido al grado de Teniente Coronel.
Varias son las conclusiones a las que se puede arribar del análisis de este legajo.
En primer lugar, que los hechos que se imputan a Duran Saenz en este juicio, coinciden con el tiempo en el que prestó servicios para la Brigada X, que se corresponde con el período en que quedó también comprobada su presencia efectiva en el centro clandestino.
Otra cuestión que se desprende del legajo es la especialización del imputado en materia de Inteligencia, lo cual justifica o explica la tarea y puesto que ejerció en el Vesubio.
Duran Saenz comenzó su carrera militar en 1951 con el ingreso al Colegio Militar. Finalizada esta parte de los estudios, en 1968, ya con el cargo de Capitán continuó sus servicios en la Escuela de Inteligencia. Hizo un Curso Técnico de Inteligencia e incluso fue designado profesor en la materia Inteligencia de Combate. Más tarde concurrió a la Escuela Superior de Guerra donde se le otorgó el título de Oficial Estado Mayor.
Revistó en diversos destinos: Neuquén, Zapala, Cerro Colorado, Chile; y en todos ellos se desempeñó en “COMISIÓN RESERVADA DEL SERVICIO”; en 1970 hizo un Correo Militar Secreto y continuó con sus comisiones de servicio reservadas vinculadas a Inteligencia (en Buenos Aires, Curuzú Cuatiá, Uruguayana, Rosario, entre otros).
Otro destino que resulta significativo es la comisión de febrero a octubre de 1976 a Tucumán, que constituyó un centro neurálgico en la denominada lucha contra la subversión, durante el inicio de la segunda fase del Operativo Independencia a cargo del Gral Domingo Bussi, antiguo Comandante de la X Brigada, momento éste, inicial del terrorismo de Estado.
Tampoco puede soslayarse, el destino posterior a la Brigada X, en el RIM 7 de la Plata como Segundo Jefe en esa unidad, y su inmediato ascenso a Teniente Coronel..
También de esa ciudad, pero del Destacamento de Inteligencia 101, será quien reemplace a Duran Saenz: el auxiliar de inteligencia Gustavo Adolfo Cacibio, alias “el Francés”, profusamente nombrado en los procesos en la jurisdicción federal de La Plata, cuya actuación y responsabilidad en el Vesubio será objeto de un nuevo juicio; éste será designado en enero del 78 en la Brigada X, en lo que aparece como una circulación entre destinos de inteligencia -casi un enroque- por parte del personal militar de esa especialidad, destinados al ámbito de esa Brigada.
Además, de la información consignada en su legajo surgen datos sobre los que se explayó Duran Sáenz al prestar indagatoria en el año 1987, oportunidad en la que puso especial énfasis en señalar algunas diferencias que resultan absolutamente irrelevantes.
Se esforzó en resaltar que no eran las mismas las funciones de un oficial de estado mayor en la División Inteligencia y un Auxiliar de Inteligencia, siendo esta última la función que había desempeñado de acuerdo al reglamento de estados mayores y que por eso se trataba de funciones pasivas.
Lo cierto es que de su legajo como del BRE 4639 (se dijo 4839) incorporado al debate, es claro que el imputado en 1975 fue nombrado en la Brigada como Oficial de Estado Mayor y Auxiliar G-2., y sea como oficial o como auxiliar, sus tareas específicas fueron de inteligencia. Además sabemos que respondió a las órdenes directas de su inmediato superior Luque, quien como jefe de esa División, en su carácter de responsable primario en todos los aspectos del enemigo (entre ellos las actividades de la guerrilla), tenía a su cargo tareas como la identificación de blancos, procesamiento de datos al respecto, supervisión y coordinación de actividades de inteligencia clandestina, interpretación de la información obtenida por medios clandestinos y la elevación al comandante, estado mayor, comandos superiores y adyacentes, entre todas las funciones detalladas con anterioridad en los artículos 3005 y 5008 del Reglamento de Estados Mayores.
Es evidente que estas potestades en cabeza de Luque sólo podían cumplirse a través de la ejecución de las órdenes y directivas que bajaban por la cadena de comando; y ninguna duda cabe que Duran Sáenz fue un subalterno con dependencia directa e inmediata del jefe del G-2, conforme la concreta función que desplegó en el centro clandestino Vesubio y en la CRI de La Tablada, más allá de que las aserciones de su legajo en modo alguno desmienten (antes bien confirman) esta aserción, a la que se llega mediante el análisis del conjunto de la prueba.
Recordemos lo que dice el Reglamento de Estados Mayores: hay tres tipos de oficiales de estado mayor: el general, el especial, y el de enlace. Duran Sáenz pertenecía al primero:
Los oficiales de estado mayor general serán miembros del estado mayor que posean conocimientos particulares en asuntos específicos o materiales especiales que están incluidos dentro de los amplios campos de interés de los jefes de estado mayor (en este caso se trata de la Inteligencia).
Dicen los arts.
10.016. Procedimientos para preparar planes y órdenes. Inciso 4: Los oficiales del estado mayor prepararán e impartirán muchas órdenes en forma verbal o mediante mensajes…Cuando las exigencias de tiempo lo permitan, se complementará la coordinación y se obtendrá la aprobación del Jefe de Estado Mayor…

Art. 10.009. inciso 1, párrafo 2: el deber de un oficial de estado mayor será precisar y solucionar los detalles. No deberá solicitar al comandante que determine esos detalles, aunque ellos sean complejos.
Se deberán dar soluciones y no presentar problemas.

Queda claro que el Oficial de Estado Mayor es un oficial con especial calificación que, siempre en el marco del principio de disciplina y organicidad propio de una fuerza armada, exhibe una importante capacidad de iniciativa y autonomía en la conformación e impartición de una orden a sus subalternos. Consideramos que un oficial con esas características es el candidato para comandar una unidad de las características de un centro clandestino.

La omnipresencia de Pedro Alberto Duran Saénz en el centro clandestino Vesubio como “Delta”.
En principio, queremos hacer un señalamiento respecto del uso de apodos por parte de los imputados, toda vez que ese fue el método que utilizaron para ocultar su verdadera identidad frente a sus víctimas.
En este sentido, Durán Saenz no quebró esta regla. Su apodo o nombre de cobertura fue “DELTA”.
Esta circunstancia fue afirmada por los testigos Ana María Di Salvo y Eduardo Kiernan, quienes lo sindicaron en presencia de todos nosotros sin ningún titubeo.
Susana Reyes también lo identificó en la sala como Delta, y dijo haberlo conocido en el Vesubio como la autoridad máxima.
Los tres testigos además de manifestar que sabían que el jefe del campo era una persona a quien llamaban Delta, en esta sala lo señalaron con total seguridad, con la prudencia y el cuidado exhibidos por todos los testigos que hicieron identificaciones en las audiencias del juicio.
Y también por Elena Alfaro, quien, aún cuando el imputado en la audiencia intentó esconder su rostro tras el de Chemes, lo sindicó de modo c ertero como a quien ella conoció en el Vesubio como Duran Saenz, alias Delta, jefe del campo, quién la violó a ella, tanto como a otras mujeres, responsable directo del destino de todas las personas allí secuestradas y a quien sus inferiores y guardias del servicio penitenciario federal así lo reconocían.
Por su parte, la testigo Genoveva Ares, si bien no lo identificó personalmente, sí refirió que el jefe del centro clandestino era Delta. Estas circunstancias se encuentran corroboradas por el testimonio incorporado por lectura de Gabriel Alberto García.
Hugo Pascual Luciani en la audiencia de la causa 13, cuando fue preguntado acerca de quién era la persona con más importancia en el CCD, respondió que era un tal Delta; más tarde supo se trataba de Durán Saenz. Destacó que Delta era consultado por los guardias frente a ciertos problemas, y también recordó, aunque con un grado menor de importancia, a Luque.
Por último, según surge del listado aportado por Cendon, agregado al Legajo de prueba 494, el nombre de cobertura de Durán Saenz es coincidente con el manifestado por los testigos del juicio.
La existencia y el uso de un apodo por parte del imputado fueron extremos negados por Duran Saenz quien dio una versión por demás pueril respecto del significado del apodo al que aludió como “una parte de la tabla de deletreo. Esa era la sigla del elemento adelantado que estaba en la Sala Sur del Regimiento III” , es decir era el modo de llamar a la CRI.
Estas manifestaciones por supuesto que no fueron confirmadas por elemento de prueba de cualquier índole, ni documental ni testimonial. Sea cual fuere el origen de ese mote, lo cierto es que no caben dudas de que Duran Saénz era aquel que fue identificado como “Delta”, cumpliendo un destacadísimo rol de jefatura en el centro clandestino Vesubio. Que Durán Sáenz tenía un rango superior a los guardias es un punto que ha quedado absolutamente demostrado en el juicio.
En primer lugar, según se desprende de las órdenes y directivas militares analizadas con anterioridad, encontrándose las fuerzas de seguridad subordinadas al Ejército, Duran Saenz era precisamente uno de los representantes de ese estamento del estado terrorista en el centro clandestino.
También en esa función lo han colocado las víctimas que tuvieron contacto con él en virtud de diversas circunstancias.
Al recordar Luciani el momento en que sufrió una arritmia en la sala de torturas, dijo que le refirieron que era necesaria la consulta con Delta para que éste autorizara un traslado al hospital.
Las declaraciones de Di Salvo y Kiernam son por demás elocuentes. Ambos manifestaron que cuando fueron dejados en libertad, esa decisión fue tomada y les fue transmitida por Durán Saenz, quien, incluso, además de impartirles las instrucciones de dónde y cómo debían continuar con sus vidas, los acompañó en persona durante parte del camino hacia la ciudad de Tres Arroyos, y concretamente condujo uno de los vehículos en el que fue llevada Di Salvo.
Por su lado la testigo Genoveva Ares, refirió en una de las audiencias, haber sido torturada en una larga sesión de picana que culminó con la pérdida de conocimiento, al mismo tiempo que era torturado quien era su novio y luego fue su marido, Gabriel García, quien en determinado momento fue obligado a presenciar la escena. En relación a esa ocasión en que ella y su pareja fueron atormentados, dijo haber sabido por García que esa sesión había sido dirigida por Pedro Alberto Durán Saenz, a quien allí conocían como Delta.
Este relato por supuesto es coincidente con el prestado por Gabriel García, quien manifestó que si bien nunca había visto a Durán Saenz, a quien en ese lugar conocía como el Zorro y como Delta, sí había podido identificar que se trataba de la misma persona que estuvo en la sala de torturas dirigiendo los interrogatorios, pues reconocía su voz de haberla escuchado en posteriores arengas. Gabriel García falleció hace varios años, razón por la cual evocamos sus dichos incorporados por lectura brindadas en los años 1984 y 1987.
La testigo Mirta Iriondo dijo que si bien no podía reconocer a ninguno de los imputados, recordaba que cuando estaba secuestrada en el Vesubio, una persona se presentó como Delta, jefe del campo.
Por su lado la testigo Elena Alfaro nos ha relatado numerosos sucesos y situaciones que nos muestran la capacidad y poder de decisión que Duran Saenz ostentaba dentro de ese territorio, su absoluta impunidad para cometer actos de barbarie, y la subordinación del personal del lugar.
Estas circunstancias se advierten en su presencia en la sala de torturas mientras Alfaro era sometida a un interrogatorio con picana eléctrica (del mismo modo lo declaró García); sus calmas palabras ante la presunta fuga de un detenido, tranquilizando a los demás represores: “no se preocupen si no lo matamos nosotros, lo matan ellos”; la paradojal posibilidad de Delta de tomar mujeres como si fueran de su propiedad sometiéndolas a convivir con él, así como la de violarlas (recordemos el relató de Elena Alfaro de su propia experiencia) en contraposición con su potestad para sancionar y expulsar a un guardia por cometer idénticos actos (como ocurrió con el guardia que Durán Sáenz pensó había violado a Graciela Moreno).
Superlativa significación tiene la conversación que esta testigo declaró haber mantenido con Marta Brea, quien le refirió haber escuchado cómo fue que Duran Sáenz generó la exclusión de Alfaro del grupo de los futuros fusilados en Monte Grande en la negociación que mantuvo en la reunión con el jefe del GT4.
Lo mismo se desprende de sus opiniones y arengas acerca de la posibilidad o imposibilidad de recuperación de las víctimas de acuerdo a su extracción política, y consecuentemente el destino que le esperaba a cada una de ellas.
Otro hito que no puede soslayarse es el denominado “informe situacional” que la testigo Ana Di Salvo fue sometida a realizar por orden del imputado.
Pero sobre todo resulta esclarecedora, la conversación posterior que ambos mantuvieron cuando la víctima le entregó su labor terminada, que él leyó y le dijo: “pero, pusiste todas virtudes y ningún defecto” y ella le respondió “sí… puede ser que me haya equivocado… la única crítica que podría hacerle es que no hay lugar para la iniciativa personal”, y la respuesta de Durán Saenz fue: “tenés razón TODO LO QUE PASA ACA ADENTRO PASA POR MIS MANOS-“ Nos dijo Di Salvo, con toda sensatez, “Era, sin saberlo, la confesión. Estaba diciendo que él era el Jefe, que él era el que disponía todo ahí adentro y que los demás hacían lo que él decía”.
En este punto, también es ilustrativa la declaración de Alfaro en cuanto atañe a la extensión de las potestades de Durán saenz en el centro clandestino, pero también fuera de él, en tanto la testigo fue controlada por el nombrado durante largo tiempo.
Tampoco es intrascendente la aceptación edulcorada que hace Durán Saenz acerca de haber conocido a Alfaro en lo que denominó “su lugar de trabajo”; dijo que se trataba de una persona que estaba a cargo de su jefe directo Luque y había sido encomendada a éste por el Coronel Morelli. Sin perjuicio de la veracidad que pueda tener este descargo, lo cierto es que no negó haber conocido a esta víctima en el contexto que se juzga aquí.
En cuanto al cinismo y la perversidad extrema que emanan aquellas palabras, realmente es inevitable el sentimiento de espanto, porque Durán Sáenz sostiene que en contacto con Elena Alfaro, le brindó un trato amable dada su condición de gravidez, cuando en verdad la violó en ese estado.
Otra muestra del poderío que ostentaba el imputado, como de su omnipotencia se traduce en el siguiente relato de Eduardo Kiernan:
“El que estaba delante mío, segundos después me iba a enterar, era el JEFE DEL CAMPO, -había otro señor, ambos de civil, que luego me iba a enterar que era el número 2 del campo. Éste nro.2 estaba recostado como en una cama o sillón; mi esposa sentada en una cama, y el jefe del campo, el supremo, me miraba yo diría casi simpáticamente y me dice “sentate en la cama junto a tu señora, tocala si queres, dale un beso, es un reencuentro” y me dice “mirá, nosotros no queremos seguir haciéndote una tortura… pensamos que sos una persona razonable, un hombre mayor, y queremos saber en qué andabas” .. yo digo lo mismo que antes, que era peronista, y repito lo mismo. Ellos dan vueltas y vueltas, después el otro preguntaba, ese tomaba vino, tiempo después nos enteramos de que era un borrachín y que su deporte preferido era perseguir mujeres y a las que podía las tomaba y las violaba. Bueno, me traen un vaso de agua y tenemos una conversación racional entre seres humanos. No entre animales”.
De modo análogo al que afirmaron las víctimas, Zeolitti relató que cuando llegó al centro clandestino, fue recibido por tres personas vestidas de civil: uno era un oficial de Servicio Penitenciario Federal, Hirshfeldt, que estaba a cargo de todo el personal de esa fuerza y dos personas a quienes no conocía: Delta y “El indio”. A preguntas del tribunal aclaró que el primero era el jefe del lugar. Y luego agregó que ambos pertenecían al Ejército. También dijo que Durán Saenz estaba en la casa 1 donde el grupo comando planificaba las cosas. Y nuevamente mencionó en dicho lugar al “Indio”.
También Zeolitti describió someramente esa casa 1, a la que Di Salvo y Kiernan fueron conducidos en alguna oportunidad, que también pudieron ver y describir Susana Reyes y Elena Alfaro, y a la que todos ellos aludieron como la vivienda en la que residía la jefatura, es decir Delta, quien volvía a su hogar en la ciudad de Azul los fines de semana a visitar a su familia.
De hecho, en el infierno de lo que fue el centro clandestino y los delirios de sus jefes y guardias, en la jefatura tanto Di Salvo como Kiernam relataron cómo fueron “distinguidos” por el imputado a compartir con él una pelea de box que era transmitida por televisión; del mismo modo que Susana Reyes dijo que Graciela Moreno le señaló a Delta como quien leyó un pasaje de la Biblia previo a que fuera servida la comida mientras él y sus compañeros miraban la transmisión de un desfile militar del 9 de julio.
Y, según refirió esta testigo, el niño Pablito Miguez era llevado a jugar ajedrez con Delta. Por supuesto que esto sucedió hasta que Pablito fue trasladado del lugar y no supieron más de él.
Si bien las víctimas que tuvieron acceso a dicho lugar por orden de Durán Saenz dijeron que era allí dónde éste vivía en la semana, por lo menos hasta mediados de 1977, Zeolitti dijo que sabía que esa era la casa del Subdirector de la Escuela Penitenciaria, lo cual no controvierte los dichos anteriores. Por información que se ha producido en las audiencias se sabe que antes de 1976 en que las fuerzas armadas tomaron las riendas del plan de exterminio de opositores, el lugar operaba bajo la dependencia del Servicio Penitenciario Federal, y estaba a cargo de Hirshfeldt.
Y además cabe recordar que Zeolitti en la misma declaración refirió que quien vivía en forma permanente en el lugar era Delta, y que cuando llegó al centro clandestino, también fue Delta quien lo recibió en calidad de jefe.
Además de las declaraciones, y en la misma dirección, recordemos la correspondencia electrónica que recibió Ana Feldman de un represor anónimo que se hizo llamar Javier Romagnoli, que da cuenta del papel de Duran Saenz en el centro clandestino cuando menciona tanto a este imputado como a Gamen y a Cacibio como responsables del lugar, lo que fue narrado al detalle por la propia Ana Feldman, que era la destinataria de los correos, y que llegó a hablar telefónicamente con esa persona.
Por último, del legajo Conadep de Cendon, surge que Durán Sáenz se habría alejado del centro clandestino porque una de las detenidas que solía tener acceso al dormitorio personal del mismo, realizó allí un llamado telefónico a su hogar, que al enterarse de esto la superioridad, y no poder Durán Sáenz justificarlo, el citado Mayor fue relevado y enviado al Regimiento VII de La Plata, ante lo cual tuvo un intento de suicidio; y que en esa fecha, la CRI pasó a funcionar en un sector del Hospital del Regimiento de Infantería III La Tablada.
El suceso afirmado por Cendon, parece ser confirmado por el legajo de salud de Duran Saénz, con algunas diferencias en cuanto a fechas, del mismo modo que por el relato de varios de los testigos ya mencionados.
Concluimos entonces sin dificultad en que Durán Saénz fue un cuadro intermedio que retransmitió órdenes y directivas en esta organización criminal, con poder de decisión, aunque, claro está, sujeto en la cadena de mandos a sus superiores.
Respondió a Luque, como su jefe inmediato, y por sobre éste a Gamen.
Al primero lo tuvo como jefe directo a cargo de la División Inteligencia de la Brigada X, y jefe de la CRI.
Y a Gamen, inmediatamente por encima de Luque, como Segundo Comandante, Jefe del Estado Mayor y responsable del control de la CRI.
El vínculo jerárquico de Duran Saénz con éste último se evidencia en los respectivos legajos.
Gamen como 2do. Comandante y jefe del estado mayor lo calificó en los períodos 1975/1976, 1976/1977, 1977/1978 y 1979/1980.
En su declaración prestada ante la cámara Federal, dijo que Durán Sáenz como personal de inteligencia pudo haber sido un oficial de enlace entre el Comando y la CRI, y en el sumario labrado por el tribunal militar nro. 29 también lo recordó como uno de los oficiales superiores y jefes.
Por su lado Luque como jefe de Inteligencia (G-2) calificó al imputado en los años 1976/1977 y 1977/1978.
A su vez Franco Luque, destinado a la División citada de la Brigada X en diciembre de 1976, y como Jefe de esa división a partir de 15 de octubre de 1977, fue calificado por Sasiaiñ y Gamen en los períodos 1976/1977 y 1977/1978.
Con relación a esta persona, Susana Reyes, en su testimonio, nos relató que por comentarios de Graciela Moreno, supo que el jefe del centro era Delta y que había otro jerarca que se llamaba Luque.
Con respecto a este represor, de quien hemos podido saber que se hacía llamar “indio” o “el indio”, señaló la testigo que cuando fue dejada en libertad, éste le hizo un comentario haciéndose cargo de dicho apodo. Reyes relató la charla que ella, quien en ese momento se encontraba embarazada, mantuvo con Luque cuando éste le dijo que al bebe le pusiera su nombre.
A continuación voy a recordar textual ese intercambio relatado por Susana Reyes:
“ - si te preguntan quien te secuestró decí que fueron los Montoneros, y cuando tengas a tu hijo ponéle mi nombre.
y yo pregunto: ¿ud quien es?
“el indio” –me dice-
¿ y mi marido? pregunto yo
y él me dice: no preguntes boludeces”.
Hoy nos consta que el marido de la testigo estuvo también secuestrado en el Vesubio y luego fue asesinado.

Gabriel García identificó, junto a Duran Saenz, a Luque de quien dijo que también estaba en algunos interrogatorios y que se encargaba de ERP y Montos.
Ahora bien, volviendo a la cadena de comando, Sasiaiñ como comandante de la Brigada X calificó a Duran Saenz en 1976/1977 y 1977/1978.
En el sumario instruido por el juzgado militar 29 lo señaló como uno de los oficiales del Comando de Brigada X.
Todos los superiores al calificarlo, lo hicieron con las más altas notas.
El Vesubio fue uno de los centros clandestinos en que todas las personas secuestradas por los esbirros de la Subzona 1.1 eran atormentadas en las salas acondicionadas a esos fines para extraer la información que les permitía continuar con la cadena de procedimientos y asesinatos.
Luego, constituía en algunos casos un lugar de depósito temporario hasta la muerte, libertad o traslado —dicho aquí en sentido estricto—, o la libertad del cautivo.
Es evidente entonces, que “El Vesubio” con la funcionalidad e importancia que tuvieron los centros clandestinos en el plan de represión, no podía quedar librado a cualquiera: allí fue destinado por sus superiores el auxiliar de inteligencia Pedro Alberto Durán Saenz alias “Delta”.
Y que este imputado en el juicio se haya negado a prestar declaración, y que en todas las manifestaciones que quedaron incorporadas por lectura haya negado su participación y responsabilidad en los hechos, no debe sorprender a nadie.
¿Acaso no nos contaron en el debate, aún sorprendidos, que hace 35 años encontrándose en el centro clandestino, Durán Saenz a la vez que se regodeaba alardeando de su poder de decisión en el lugar, luego les decía que ignoraba los horrores que Di Salvo y Kiernan con ingenuidad le referían que ocurrían en dónde ellos estaban alojados?
¿O cuando el imputado describió en qué consistían sus tareas pasivas como auxiliar de inteligencia en una “Gran Unidad de Batalla”?
En plena dictadura, en una Subzona muy caliente en cuanto a los blancos a aniquilar, y la más densamente poblada del país, su corolario, de la labor en la Carta De Situación que describió como su única tarea fue que “los terroristas operaban de lunes a viernes y….normalmente tomaban franco los fines de semana”.
Hemos terminado.

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